viernes, 23 de octubre de 2009


Desde la calidad de mi cama puedo apreciar el vaivén de las olas,
el reflejo de sol en ellas y la fría brisa helando cada uno de mis poros...

Recuerdo la felicidad del no saber, solo del disfrutar, de hacer sin pensar,
de decir sin hablar solo necesitar una mirada. Que el mundo se vuelva del revés,
la grande era pequeña y im puñado de arena una montaña.

Hoy vuelvo a caminar por esa orilla, con paso relajado, indecisa mientras noto
como el agua llega a esa herida que hace sangrar más aún,
acelerando su encuentro cada vez que yo me despisto,
que vuelvo la cara para ver si sigues detrás.

Me siento frente a ellas, si miedo, y te veo a mi lado abarcandome entera,
ayudandome a respirar, a sentir y disfrutar de tu compañía,
secandome la alegría que corre por mi cara al ver tu rostro frente al mio,
volviendo a notar tu respiración, sin hablar pero sabiendolo todo...

Noto el calor de cada lágrima en mi almohada, me miro las manos
y veo la arena que ha quedado sobre mi,
igual que he llegado ha estar junto a ti como si volvieses a
existir.
Tan real que me da miedo, ahora entiendo lo bonito de soñar
sin cerrar los ojos; apreciando cada señal que el tiempo ha marcado en tu rostro
y viajando a cualquier lugar en tu compañía
sin salir de estas cuatro paredes que tantas veces han visto mi mundo hundirse.
Como tantos barcos de papel que echamos a la mar mientras yo miraba por mi ventana...



Guajina*

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